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UN AMIGO

Amy y Joan eran amigas desde la infancia. Compartían juegos, risas y aventuras, a pesar de los problemas de salud de Joan. La pequeña Joan ...

martes, 17 de abril de 2018

EL ARBOL DE NAVIDAD


EL ÁRBOL DE NAVIDAD






Resultado de imagen de abetoUnos dicen que el árbol de navidad nació en Alemania, cuando San Bonifacio daba un sermon a los druitas (sacerdotes de origen celta) trataba de convercerlos de que no sacrificaban a un niño en honor al Dios Thor, porque el roble no era de un árbol sagrado que necesitara de sacrificios humanos. Dicen que durante su discurso derribo un roble y al caer, el enorme árbol destrozo todos los arbustos, excepto un pequeño abeto, por lo que el arbolito recibio en nombre de
"El Arbolito Del Niño Dios"
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domingo, 8 de abril de 2018

EL PESCADOR Y LA DIOSA

El pescador y la diosa 


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Vivía en la isla griega de Lesbos, un muchacho llamado Faón, que se ganaba la vida transportando viajeros y mercancías en su barca.
Estaba un día Faón junto al embarcadero de la isla, cansado de las faenas de la jornada, cuando una pobre mendiga, desastrada y con evidentes muestras de no poder pagarle el viaje, le pidió que la condujese hacia Asia Menor.
– Sube, mujer. Te llevaré de buen grado.
A Faón le había conmovido su aspecto y, olvidándose de su cansancio, hizo navegar su barca con una ligereza asombrosa. De este modo, poco después llegaban a la costa de Asia.  Una vez allí Faón sacó de su bolsillo la mayor moneda que tenía y la entregó a la mendiga para que pudiera continuar el viaje.
Resultado de imagen de el pescador y la diosa– Gracias, muchacho. Y para que veas mi agradecimiento, toma este obsequio.
Se trataba de un vaso del perfume más extraordinario que jamás había llegado a oler. Y con aquel perfume misterioso en las manos, Faón quedó conmovido y atrapado por una fuerza que parecía embriagarle el corazón. Y tras esto, el humilde pescador comprendió que había llevado en su barca a la mismísima Venus, la diosa del amor.
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La riqueza y la pobreza





LA RIQUEZA Y LA POBREZA

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Existió, hará un largo tiempo, un humilde hombre que vivía en la más absoluta pobreza. Este hombre tenía un hijo muy egoísta, que cansado de no recibir de su pobre padre cuanto le pedía, decidió que era hora de marcharse a iniciar su propia vida, llena de más caprichos y lujos.
Transcurridos unos cuantos años desde la partida de su hijo, el padre habría logrado salir adelante con muy buen pie, enriqueciéndose de tal forma gracias a sus negocios en el mundo del comercio, que se había trasladado de casa y de ciudad, rodeado de mil y una comodidades. Su hijo, por el contrario, no había conseguido salir de la pobreza, y caminaba mendigando de pueblo en pueblo y viviendo gracias a la ayuda de las gentes.
Aquel padre, a pesar de haber abandonado su vida anterior y haberse convertido en un hombre con tanta suerte, no conseguía olvidarse de su hijo, lamentándose día a día de su marcha y soñando con su llegada:
  • ¡Dónde estará mi hijo! Yo ya soy viejo, y ¡desearía tanto que pudiese acompañarme en mis últimos días de vida, y heredara con mi despedida toda mi riqueza!
casa-lujosaY, cosas del destino, ocurrió que su hijo buscando limosna, llegara a la ciudad a la que se había traslado el padre y que tocara a su misma puerta. Tan cansado de caminar de allá para acá, el hijo ni siquiera reconoció a su padre, que se encontraba reposando placenteramente sobre un sillón de buena mimbre en el porche ajardinado de su gran casa.
Resultado de imagen de finPero el padre sí reconoció a su hijo, y muy emocionado se levantó de su sillón para darle un gran abrazo, así como la bienvenida a su nuevo hogar. Sin embargo, aquello no tuvo nunca lugar, porque el hijo, asustado ante tanta riqueza y temeroso de ser humillado, salió corriendo de allí como alma que lleva el diablo.

AL CHUPAR LOS SELLOS...

Resultado de imagen de sellosAL CHUPAR LOS SELLOS...

¿Todavía envías cartas por correo? Pues ten en cuenta esta leyenda urbana. No es cierta, pero por si acaso.

Una mujer que trabajaba en una oficina de correos un día lamió las estampillas en lugar de utilizar una esponja. Y además, se cortó la lengua lamiendo un sobre. Una semana más tarde notó una rara hinchazón en la lengua. El médico no encontró nada raro.

Días más tarde, su lengua seguía hinchada y le dolía, impidiéndole comer. Regresó al hospital y el médico le tomó una radiografía, e inmediatamente la preparó para una cirugía menor. Cuando le abrió la lengua, una cucaracha viva salió arrastrándose.Resultado de imagen de cucaracha

La explicación de esta leyenda es que había huevos de cucaracha en la goma del sobre. El huevo pudo incubarse dentro de la lengua, donde estaba caliente y húmedo debido a la saliva. Así que ya sabes: ¡Usa la esponja!

COCODRILOS EN LAS ALCANTARILLAS



COCODRILOS EN LAS ALCANTARILLAS



Durante un tiempo en EEUU se empezó una estúpida moda, tener como mascotas caimanes y cocodrilos, traídos desde Florida, se cuidaban desde recién nacidos en terrarios hasta que empezaban a alcanzar un tamaño considerable, en ese momento los animales perdían su “gracia” pues constituían, además de un peligro, un gasto económico elevado en comida. Ese era el momento de deshacerse de la “mascota” y que mejor manera que dejando en libertad al animal que había ganado el cariño de su dueño tras tanto tiempo a su cuidado .
La leyenda cuenta que el mejor sistema de liberar al animal era por el desagüe del inodoro. Reducidos grupos de estos caimanes conseguían sobrevivir en las alcantarillas alimentándose de ratas y desperdicios e incluso llegaron a reproducirse en las cloacas.
Tras varias generaciones los caimanes supervivientes mutaron y perdieron su visión, así como su pigmentación, convirtiéndose en seres ciegos y albinos que reinaban las profundidades de la ciudad. La leyenda llegaba más allá pues según relatos de terceras personas algunos indigentes que bajaban a las cloacas a refugiarse del frío e incluso algún operario municipal encargado del mantenimiento de las alcantarillas habían desaparecido supuestamente devorados por estos animales.

Resultado de imagen de cocodrilos en alcantarillas¿Qué hay de cierto en en esta leyenda?

La leyenda se cae por su propio peso pues ningún caimán o cocodrilo podría sobrevivir a las bajas temperaturas del invierno de New York, además en caso de poder soportar las bajas temperaturas, la acción de los compuestos químicos nocivos que habitualmente se tiran por el desagüe y las bacterias que pueblan las alcantarillas les habrían causado enfermedades que habrían acabado con los reptiles.
Por otra parte recordemos que la leyenda se centra en ciudades como New York, de existir realmente esos animales mutantes se habría encontrado algún ejemplar y más teniendo en cuenta que según las descripciones los cocodrilos alcazaban tamaños considerables.
Resultado de imagen de cocodrilos en alcantarillasAunque la leyenda es falsa si existen casos de suelta de cocodrilos y caimanes en zonas que no pertenecen a su hábitat natural, gente desaprensiva ha liberado en ocasiones animales en pantanos, presas y lagos, lo normal es que estos animales mueran al empezar las épocas invernales pues su entorno natural suele ser en zonas más tropicales. En España por ejemplo se han dado casos en los que se han encontrado en estanques cocodrilos de mediano tamaño así como pirañas y otros peces tropicales. Esto supone no sólo un grave peligro para las personas y mascotas si no también para la fauna autóctona que se encuentra con un depredador para el cual no tiene sistema de defensa.

EL LORO MUERTO

La leyenda de el loro muerto

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El loro muerto.
Descansa en paz campeón.😀😀😀

Esta historia pudo ocurrir en cualquier urbanización de un barrio residencial, en las afueras de una gran ciudad. Le pudo pasar a un loro, a un gato, o a cualquier otro animal… O como leyenda urbana que se precie, tal vez no…

La protagonista de nuestro relato vive en un chalet, cuya vecina de al lado poseía un loro que estaba todo el día molestando con sus gritos y silbidos, y encima la familia propietaria le reía las gracias porque era muy divertido y curioso que el puñetero lorito hablara.

El caso es que un buen día, la protagonista de la historia se encontró con que su perro traía en la boca al dichoso loro. Recriminó al perro su fea acción, e inmediatamente pensó que a la vecina no iba a hacerle mucha gracia la noticia.

No sabiendo como explicárselo, no se le ocurrió otra cosa que saltar la tapia que separaba ambos chalets, aprovechando que sus vecinos estaban de viaje, y volver a meter al fiambre de loro dentro de su jaula, que colgaba vacía de la pared de su amiga. Así la vecina pensaría que se murió en la jaula.

Al llegar su vecina a casa después de unos días se dirigió a ella con aire apesadumbrado.
-Vecina, estoy asustadísima.
-¿Y eso?, inquirió la protagonista…
-Es que, fíjate, la semana pasada se me murió mi pobre lorito, y lo enterramos al lado de aquel árbol… Y hoy llego y… ¡Ahí está otra vez, tieso en su jaula!

LOS OCHO SOLES



LOS OCHO SOLES

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Hace miles de años, nuestro planeta no giraba como ahora alrededor de un único sol, sino de ocho soles. Como te puedes imaginar, el calor y la luz eran tan intensos, que hacían casi insoportable la vida en la tierra.
A los humanos les resultaba muy difícil cultivar porque casi todos los mares, ríos y lagos se habían evaporado, dejando los campos completamente secos. Los animales ya no encontraban árboles donde refugiarse ni pastos que comer. Desgraciadamente, tampoco quedaban lugares habitables a los que emigrar para poder sobrevivir. La escasez de alimentos y agua era tan grande, que nuestro maravilloso planeta azul se estaba convirtiendo en un planeta desértico en el que la poca vida que quedaba  estaba a punto de extinguirse.
Un día, en un lugar de Asia, un grupo de hombres decidió que la situación era realmente desesperada ¡Ocho soles iluminando  y calentando la tierra eran demasiados!
Hablaron largo y tendido sobre cómo poner fin a esta terrible situación y llegaron a la conclusión de que lo mejor, era asustar a siete soles y quedarse solamente con uno.
La idea era buena pero… ¿Cómo hacerlo?
A un joven se le ocurrió que podían llamar al arquero más hábil del poblado para que disparara a los soles y se escondieran para siempre. A todos les pareció una opción estupenda y, sin perder tiempo, salieron en su busca.
El arquero se sintió muy halagado y aceptó encantado la propuesta. Escogió las siete flechas más afiladas que tenía y subió a lo alto de una montaña. Tensó el arco, afinó la puntería y disparó al primer sol. El brillante astro, al recibir el impacto, se acobardó y se escondió para siempre. Después, hizo lo mismo con el segundo, con el tercero, con el cuarto, con el quinto, con el sexto y con el séptimo sol.
Hasta ahí, el plan había salido a la perfección, pero algo sucedió: el octavo sol, al ver lo que estaba ocurriendo, tuvo miedo y decidió desaparecer del cielo antes de que una de esas flechas puntiagudas le hiriera en lo más hondo de su corazón.
Espantado, se deslizó tras el horizonte. Automáticamente, la luz y el calor se esfumaron,  la oscuridad se adueñó del planeta y un frío inmenso se extendió por todos los continentes.
Resultado de imagen de solLos hombres del poblado se abrazaron aterrorizados y se pusieron a llorar sin dejar de mirar el firmamento ¡No podían vivir sin el octavo sol!
Se juntaron de nuevo a deliberar porque la situación era crítica y había que encontrar una solución rápida y eficaz. Un muchacho sugirió que quizá si el sol escuchaba la llamada de auxilio de los animales, sentiría pena y volvería. Los demás se miraron y sin decir nada más, se dispersaron a toda velocidad para avisar a miembros de diferentes especies. Como era de esperar,  los animales comprendieron la necesidad de colaborar y subieron a la montaña para intentar contactar con el sol.
Una vaca mugió, un elefante barritó, un tigre rugió, un caballo relinchó…  Cada uno sin excepción fue llamando al sol con todas sus fuerzas, pero no se consiguió nada. El sol estaba tan asustado que se negaba a regresar.
Cuando ya habían perdido toda esperanza y un manto de hielo comenzaba a cubrir todos los valles hasta donde alcanzaba la vista,  llegó un pequeño gallo decidido a echar una mano. Alcanzó la cima de la montaña y envuelto en la penumbra, sacudió las plumas, estiró el cuello y comenzó a cantar con todas sus fuerzas.
El kikirikí lastimero del animalito retumbó en el espacio y llegó a oídos del octavo sol. La gran estrella sintió mucha ternura y entonces comprendió que no tenía nada que temer. En el fondo, era consciente de que sin su grandiosa presencia, la vida desaparecería en cuestión de horas y la tierra acabaría siendo una horrible bola gris cubierta de polvo y piedras.
Y así fue cómo, tímidamente, el hermoso e increíble sol comenzó a salir a lo lejos ante la mirada atónita de todos los seres vivos. Humanos y animales empezaron a aplaudir de emoción y a sentir cómo el calorcito templaba de nuevo  sus gélidos cuerpos.
La luz se extendió hasta el último rincón, el hielo se derritió como mantequilla sobre el fuego y los campos florecieron de golpe con la repentina primavera ¡Al fin la tierra volvía a lucir en todo sus esplendor!

Desde entonces, y gracias a su hazaña, el gallo tiene el honor de despertar con su canto al sol cada mañana, por si acaso se queda dormido.
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LOS LOROS DISFRAZADOS




LOS LOROS DISFRAZADOS




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En un valle vivían dos hermanos, un chico y una chica que al ver que la corriente les alcanzaba, corrieron a protegerse en la cima de una montaña. Allí, en las alturas, encontraron una cueva seca y confortable que se convirtió en su improvisado refugio hasta que pasara el peligro.
Una vez dentro se acurrucaron para darse calor y contemplaron atónitos cómo los ríos de agua subían monte arriba a gran velocidad. Más que ríos parecían largas y gigantescas serpientes reptando peligrosamente hacia la cumbre.
Sintieron verdadero pánico al ver que en cualquier momento el agua desbordada podía alcanzarlos, pero por suerte ¡la montaña era mágica! Como si tuviera vida propia, cuando el agua estaba a punto de rebasar la cueva, la cumbre se elevó hacia el cielo. No una sino varias veces la montaña creció a su antojo para ponerlos a salvo y los hermanos dejaron de tener miedo.
Eso sí, tuvieron que enfrentarse a otro grave problema: a medida que pasaban las horas tenían más y más hambre. Se encontraban en una cueva sobre el pico de una montaña altísima   rodeados de agua, lo cual suponía un inconveniente porque no había ningún lugar donde buscar alimento.
Aguantaron mucho tiempo sin probar bocado, y cuando estaban a punto de desfallecer, dejó de llover.
– ¡Mira, hermanita! Parece que las tormentas y las lluvias han llegado a su fin, pero todo a nuestro alrededor sigue inundado. A ver si bajan pronto las aguas y podemos volver a casa.
– Sí, pero mientras tanto ¿qué comeremos?… Llevamos varios días sin llevarnos nada a la boca y yo ya no aguanto más.
Su hermano la miró con tristeza y la abrazó, pues para eso no tenía solución.
– Lo siento pero solo nos queda confiar en que el agua desaparezca  rápido para poder bajar la montaña y buscar algo que comer.
Esa noche la pasaron como siempre arrimados el uno al otro para no pasar frío. Al amanecer, un rayito de sol se coló por la cueva y despertó a la muchacha. Abrió los ojos y su corazón empezó a latir con fuerza.
Resultado de imagen de loros– ¡Hermano, hermano, mira esto!
El joven se sobresaltó.
– ¡Madre mía!… ¡Pellízcame por si todavía estoy soñando!
¡No se lo podían creer! Algún desconocido se había colado en la cueva mientras dormían y  había colocado un montón de platos rebosantes de apetitosa comida sobre un mantel fabricado con hojas. Carne, mazorcas de maíz, fruta fresca… ¡Jamás habían imaginado poder darse semejante festín en esa horrible situación!
Se lanzaron sobre las viandas como lobos hambrientos y empezaron a devorarlas. Comieron hasta que estuvieron a punto de reventar y después se tumbaron boca arriba, con las manos extendidas y una sonrisa de oreja a oreja.
– ¡Ha sido la mejor comida de mi vida, hermanita!
– ¡Ay, qué rico estaba todo! Me pregunto quién la habrá traído…  ¿Tal vez alguien que nos vigila?
– No tengo ni idea ¡Todo esto es muy extraño!
– Sí, lo es. Esta noche nos quedaremos despiertos por si vuelve y le daremos las gracias.
Esperaron impacientes a que terminara el día y la luna llena apareciera en lo alto del cielo. Entonces se agazaparon tras una roca que había en la cueva y protegidos por la oscuridad  esperaron la visita del misterioso benefactor.
De repente oyeron unos extraños ruiditos y de entre las sombras surgieron cinco guacamayos disfrazados de humanos.
¡La visión fue impactante para ellos! ¡Quienes les habían dejado la comida eran cinco loros que iban cubiertos con ropas de personas!… ¡Y volvían cargados con más alimentos!
Estupefactos, salieron de su escondite para darles las gracias, pero cuando los tuvieron cerca, comenzaron a desternillarse de risa ¡Tenían una pinta tan graciosa y estrambótica que era imposible aguantar las carcajadas!
– ¡Ja, ja, ja! ¡¿Pero qué hacen estos guacamayos vestidos así?!
– Sí… ¡Ja, ja, ja! ¡En mi vida he visto cosa igual!  Se ve que vienen de una fiesta de disfraces o algo así.
Al escuchar las burlas, los guacamayos se sintieron muy ofendidos. Sin decir ni palabra se miraron a los ojos y se largaron volando en un abrir y cerrar de ojos.
Los chicos salieron disparados hacia la entrada de la cueva y comenzaron a gritar con lágrimas en los ojos.
– ¡Oh, no, no os vayáis por favor! ¡Sentimos mucho haberos disgustado!
Resultado de imagen de loros– ¡Por favor, volved! Nos salvasteis la vida y os lo agradecemos muchísimo ¡Os lo suplico, perdonadnos!
Los guacamayos ya surcaban el cielo muy cerca de las nubes cuando el viento les llevó el llanto desconsolado de los hermanos. No pudieron evitar sentir mucha pena por ellos y como eran animales de buen corazón, hicieron una pequeña pirueta en el aire y regresaron a la cueva de la montaña.
– ¡Gracias por volver, amigos! Hemos sido muy desconsiderados con vosotros y os prometemos que no volverá a suceder.
– Mi hermano tiene razón… ¡No volverá a suceder!
Los guacamayos se sintieron valorados y supieron perdonar. Desde entonces empezaron a acudir cada día a la cueva, siempre disfrazados de personas, cargados de comida que los chicos engullían con auténtico placer.
El tiempo fue pasando y el nivel del agua que lo cubría todo fue descendiendo poco a poco. El sol, cada vez más brillante e intenso, ayudó a secar la tierra y a que el paisaje recuperara el esplendor de antaño.
Por fin, una mañana los dos hermanos descubrieron que los ríos habían vuelto a su cauce y la ladera de la montaña volvía a estar a la vista ¡No quedaba ni rastro de la inundación!
Esperaron a que las aves fueran a visitarlos y el muchacho les anunció con emoción:
– Es hora de que regresemos a casa y reanudemos nuestra vida. Os vamos a echar mucho de menos… ¡Sin vosotros no habríamos podido sobrevivir!
Su hermana también estaba conmovida.
– ¡Ojalá pudierais venir con nosotros al poblado, queridos guacamayos!
Se despidieron de los generosos animales con lágrimas en los ojos y comenzaron a descender la montaña donde tantos días habían pasado.
Caminaron unos minutos cuesta abajo y echaron la vista atrás con melancolía ¡Su sorpresa fue mayúscula cuando vieron que los cinco guacamayos les seguían como perritos falderos!
El chico exclamó entusiasmado:
– Mira, hermana, se ha cumplido tu deseo… ¡Se vienen con nosotros!
Los dos continuaron felices con la pequeña comitiva detrás, y al llegar a su poblado  ¡oh, sorpresa!…Los guacamayos se transformaron en seres humanos de verdad ¡Sin duda, al igual que la montaña, ellos también eran seres mágicos!
Según cuenta esta antigua leyenda, los loritos eran en realidad dioses de la selva que, hartos de disfrazarse de personas, decidieron seguir a los hermanos al pueblo y adoptar forma humana de verdad para vivir entre hombres y mujeres de carne y hueso.
Resultado de imagen de finY también cuenta la leyenda que se integraron muy bien con sus nuevos vecinos, formaron parejas y tuvieron hijos que heredaron la belleza y los poderes de sus antepasados, los hermosos guacamayos.